jueves, 8 de noviembre de 2007

Nuestra visita al Museo de Arte Moderno


Los museos nacionales de Buenos Aires tienen problemas edilicios: el museo Nacional de Bellas Artes ocupa actualmente la antigua Casa de Bombas, edificio perteneciente a los establecimientos Recoleta de Obras Sanitarias de la Nación-podemos suponer que la humedad en este espacio no es un problema menor-; el Museo de Arte Moderno de
Buenos Aires recibió en sus primeras épocas la denominación de "museo
fantasma" dado que sus exposiciones tuvieron el carácter de
"manifestaciones relámpago o de emboscadas" y este karma no abandona al MAMBA hasta el día de hoy. Por un momento funcionó con sede en el Teatro
Municipal General San Martín donde fue consolidando y afirmando su
propia identidad, recién en 1986 se le otorgó una sede propia: un
edificio que había albergado a la antigua fábrica de cigarrillos
Piccardo -que actualmente está en refacciones- y el museo funciona
transitoriamente en el Palacio del Correo Central, espacio que tiene que abandonar el 30 de noviembre para quedar nuevamente en la calle.



"Sincronías: artistas de Colombia", la muestra que fuimos a ver ayer fue curada por la Colombiana María Iovino. Según palabras del catátlogo (que sale la módica suma de $5):

La muestra revisa las sincronías del pensamiento. Propone una selección de jóvenes artistas colombianos que trabajan en diferentes medios con los que repiensan y reactualizan, de manera aguda, lenguajes más tradicionales como el dibujo y las más simples posibilidades de lo tecnológico.

Los artistas son Mateo López Parra (Bogotá, 1978) se alinea con la generación de arquitectos- artistas que en la década del ´70 modifican la escena del arte colombiano. El objeto que exhibe es una mesa de trabajo con una cantidad de objetos llamada "Taller portátil N 27".

Carlos Bonil (Bogotá, 1979) presenta una serie de simpáticos esqueletos de animales pequeños realizados con tenedores y cucharas descartables llamada "muertos de hambre"

También presenta "la caja tonta" una cámara oscura muy precaria realizada con una caja de cartón y papel vegetal y un lente con forma de TV. También tiene una obra que son cajas de este estilo para ser utilizadas como casco, una especie de realidad virtual latinoamericana que nos muestra el mundo patas para arriba.


Sweet Illusion” de Adriana Arenas es extraído de una performance durante la cual una maquina de hacer algodón de azúcar es trasladada a la cima de una montaña. Cuando éste se ve expuesto al aire, rápidamente comienza a deshacerse hasta que solo queda una caña de bamboo con una aureola rosada.


Dejo los dos artistas que más me movilizaron para el final. Adriana Salazar presenta motores autómatas que fallan en hacer tareas sencillas. Según ella no son robots. “Mis cosas son prácticamente hechas a mano sin el ánimo de que sean paradigmas tecnológicos. Como estoy por fuera de la ingeniería y de la ciencia, me interesa la torpeza y la ingenuidad de la construcción.” es muy lindo verlos en funcionamiento. Recomiendo entrar en su página de flickr y también es recomendable ver la entrevista que le hizo Regine en we-make-money-not-art

Icaro Zorbar (Bogotá, 1977) dice “He trabajado con aparatos que intervengo dándoles voz, (…) formulando conversaciones, facilitando encuentros y desencuentros. Me interesa tomar distancia ante una actitud nostálgica frente al aparato: esa pesadumbre me llama la atención en cuanto hace emerger al hombre y se aleja de la idea de la sobre-valoración de lo low-tech. (…) Pretendo crear nuevas situaciones que evidencien lo complejo que son los afectos entre las personas. Eso realmente es lo que me inspira”.




Icaro está presenta junto con sus obras todos los días que dura la muestra y es él quien pone play para que empiece el show y stop cuando la función acaba. Hackea y hace andar viejos walkmans, bandejas tocadiscos, cajitas musicales agregándoles capas de sentido y "encarna" al performer de un modo muy particular. Robo estas palabras de Oliverio Duhalde, el músico "oficial" del TECAT, quien planteó que Icaro, siempre al lado de las grabaciones, pone cuerpo al performer que quedó encerrado en estos soportes analógicos. Es algo que hay que experimentar, ir al correo y pasar un rato con Icaro y sus artefactos modificados. En caso de que no puedan ir, son muy recomendables su blog y su canal de youtube.

Los dejo con la ranscripción del bellísimo texto de la muestra completo:

Estos artistas, al desmecanizar o al denegar la lógica de lo tecnológico utilitario, además de que indican el territorio objetivista y pobre en lo humano en que esta noción se abastece o impulsa, reconsideran la función y valor de lo básico y de lo estructural. Ésto además, a partir de las observaciones sobre el tema que se pueden hacer desde países con escasos desarrollos en el área. Es decir, que antes de lo despiadado de lo maquinal, es lo bello, lo abstracto y lo redimensionable de los componenetes o de las partículas de la tecnología lo que se analiza y desgloza, para fundar otra semántica sobre su alma.

Si bien, la defensa de lo inútil o incluso del barroquismo en la línea es un gesto claro, la dimension más fuerte en la obra de los artistas que trabajan lo que podría entenderse como desmecanización o desobjetivación del discurso, la cobra la composición de otra orquestación sinfónica, desde la cual se puede leer una crítica que, sin restricciones nominales o temáticas, es capaz de englobar asuntos que el arte de expresa intención crítica queda desinstrumentado para incluir. En los trabajos de estos artistas se señala la crisis, insuficiencia, ineficacia o intrascendencia de un orden desde la armazón de otro, que le ofrece otra posibilidad operativa, aún a componentes anacrónicos, desgastados o en desuso.

No es gratuito que el universo de estos artistas se nutra de manera importante de la música, especialmente del rock. En sus obras se articula la imagen con la sonoridad que domesticó y le dio armonía al estruendo y al grito, a lo extraño, a la desadaptación, a la rebeldía y a la vibración e intensidad electrónica.

No obstante el hacer parte del denominado tercer mundo, con toda su inconveniencia y precariedad, estos artista pertenecen a generaciones para las cuales los alcances de la tecnología, así como la navegación por la información planetaria, e incluso por el planeta mismo, no son un sueño por cumplir, sino por el contrario, el punto de partida; en tanto, no parecerían querer estructurar ideales allí. Lo extraño en el mundo actual, en especial para los más jóvenes, es que haya asuntos prácticos que la ciencia y la tecnología no puedan solucionar. Lo lógico entonces, es que se busque esclarecer, no el alcance del programa, sino el corazón que lo permite o que está detrás de todo, y el cual parece olvidado. En ese sentido, el caos comunicacional e informativo se maneja sin problemas y a conveniencia propia, para tratar más bien de desemarañar un organismo abstracto y vivo allí, y para encontrar cariño en esto.

Es comprensible que en medio de un marasmo de referentes se busquen la claridad y la transparencia; que se indaguen los sistemas internos de los supuestos; que se asuman el humor y la ternura como armas contra la confusión conceptual; que se vuelva a requerir la línea por todo ello; que se trate de reordenar el lenguaje y de mirar lo que él traza cuando se escribe y cuando se lanza al mundo en palabras. Es natural también, como se traduce en las búsquedas de estos artistas, que en sus obras se fortalezca la atención por la observación y por el quehacer del artista y que, sin temores reverenciales, se deje de elogiar el vestido invisible del rey. La ralentización del movimiento que hay en esta actitud, puede ser la manera de resistir a la vacuidad que arrastran las expresiones que se alían con docilidad a lo consabido y legitimado de un sistema, que sin revisar lo inflacionario que comporta su dogma, no deja de promover la fe por un mayor incremento del rédito económico y de la aceleración, sin reparos éticos por las consecuencias que ello genera*.

María A Iovino M. *fragmento de Artbo 2006.

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